Crisis y Decadencia en la Orden de Santo Domingo

 Introducción: en su espacio temporal

Como en toda asociación, grupo e ideología en la historia, existen períodos de declive e incluso, de desaparición, haciendo eco de la frase ¨ ningún imperio es tan grande para no caer ¨.

Estas etapas son una oportunidad para empezar de cero, una ventana que permanece abierta, a la espera de que sea reparada, por lo que corresponde actuar antes de que la fuerza de la gravedad, o bien la falta de mantenimiento, acabe por resquebrajarla y volverla un pedazo de madera inútil.

Producto de los designios divinos y también, de la brevedad que significaron ciertos mandatos a partir del lustro de fray Munio de Zamora, dicho declive duró casi un siglo, comenzando en 1285 y culminando en 1380.

Parte del ¨ ánimo ¨ o impulso social que caracteriza a todo grupo (y la Orden de Predicadores no se salva de ello), depende de las circunstancias generales de la época, -la guerra está eternamente presente en este período histórico-, pero no de la manera más manejable en la que Santo Domingo la vivió, siéndole posible trasladarse, pues se trataba de un conflicto en su país y luego con sus vecinos que no fue más allá de una guerra extendida.

Esa no era la Europa que recibió a la generación de fray Munio y hasta casi cien años después, muy por el contrario, estos se encontrarán con desafíos o guerras-literales y metafóricas-, en todos los frentes de la vida europea, siendo la mayor catástrofe la denominada ¨peste negra¨, la cual cobró la vida de un tercio de la población en ese entonces.

Puesto que la propagación de esta enfermedad se daba por la malsana y desconocida convivencia entre el humano y las alimañas (ratas, ratones y otros semovientes) que convivían muy de cerca con él (una suerte de vector), resulta pertinente recordar que los monasterios se volvieron una especie de refugio-hospital para los gravemente enfermos y desahuciados, provocando (sin las debidas precauciones en aquella época), la enfermedad y muerte de muchos hermanos de la orden, lo que también, generó una ralentización o suspensión de la obra de predicación dentro de la Orden.

Considero, como dije antes y en paralelo a la vida del ser humano, que estos cambios y vaivenes en la vida religiosa son buenos, pues ¡Dios mismo los permite! Esto, para que tengamos presente la necesidad de dejar que Él haga su obra dentro de nuestra debilidad, a su vez, confirmando Su supremacía en la actualidad, el devenir y la vida del hombre. 

Situación y conflictos de la época

Que en 18 años haya habido 5 administradores, es un signo de lo que en gerencia de Recursos Humanos se denomina ¨rotación administrativa¨, cosa que, por lo general no sienta nada bien en cuanto al buen rumbo de la organización, por cuanto cada jefe (o Maestro para el caso de la Orden), viene con sus respectivas fortalezas, debilidades y precisa de un período inicial para acoplarse a la posición a la que se le eligió.

Devastada la vida religiosa y la Orden en general, se acordó en el capítulo correspondiente, el mayor fomento posible de vocaciones, máxime cuando se considera que muchísimos frailes y sores perecieron en la peste, sea por el estilo de vida que convivía con los vectores, o la ayuda brindada a los enfermos.

El tema de trabajar tan apresuradamente no siempre trae buenos resultados, ya que, tratándose de procesos vocacionales, estos deben pasar por los rigores de las evaluaciones de conocimiento, ánimo y máxima disposición para cumplir con los votos correspondientes.

En el Viejo Mundo de ese entonces, siendo las familias por lo general numerosas, el último descendiente de la familia era destinada para la vida religiosa: fuese como clérigo secular o fraile/sor, por lo que, al menos numéricamente, a la Orden se le suplió en cuanto a almas necesitadas de la imitación de la vida y obra de Santo Domingo de Guzmán.

Procedentes en muchos casos de familias acomodadas, estos nuevos reclutas ignoraron la vida comunitaria e hicieron caso omiso del voto de pobreza, situación que hoy día vemos en unos cuantos casos, algunas personas optan por el ministerio eclesiástico como un medio de darse a conocer ellos, sus modos y engrosar sus arcas aplastando indebidamente a sus hermanos en la fe, pastores que, como define Nuestro Señor en San Juan 10:12-13, son asalariados que no se interesan en las ovejas.

Otra circunstancia triste que se suscitó en aquel entonces, fue el denominado Cisma de Occidente, sobre el cual prescindiré de hablar, ya que el enlace brindado lo define detalladamente, por lo que diré que es uno de los grandes problemas que enfrentó la Orden y que contrapuso a dos dominicos de relevancia: a la insigne Santa Catalina de Siena, quien apoyó a Roma contra San Vicente Ferrer, el cual apoyó a Aviñón.

Tiempo de grandes espiritualidades

Conociendo de cierta manera la espiritualidad de San Alberto Magno, destaco su sencillez y determinación en la correcta comprensión de su mensaje:
  • Importancia de una relación con Dios
  • Camino cristiano del amor
  • Práctica correcta de las virtudes a través del autoconocimiento
  • Sabiduría: saber guiarnos bien por la vida
En cuanto a fray Ulrico de Estrasburgo, resalto lo siguiente:
  • Tratado sobre el bien supremo
  • Articulación correcta del aristotelismo de San Alberto y las ideas neoplatónicas de Dionisio Areopagita y Proclo 
  • Fomentó la mística 

Las mujeres al encuentro con la espiritualidad

Las monjas y beguinas fueron grupos dispuestos a apoyar a los predicadores, a oírlos, recibirlos y fortalecerlos en su misión itinerante.
Paralelo a la vida religiosa contemplativa, surgió el grupo de beguinas y begardos, quienes eran laicos consagrados, desarrollando más ampliamente la vida religiosa.
Estos últimos no durarían mucho, precisamente porque para la iglesia, su opción de andar ¨por la libre¨, no gustó, razón por la que fueron suprimidos en el Concilio de Vienne, de ahí que se formase el grupo denominado ¨amigos de Dios¨, quienes eran más dispersos, no vivían juntos y surgieron como respuesta a la supresión formal de los beguinatos.


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